Por desgracia tuve la oportunidad de vivir un fin de semana en una localidad española, de menos de treinta mil habitantes, mientras se celebraba un festival de esos que tanto abundan en nuestro país en esta estación de año. Días atrás ví la transformación de la ciudad para albergar el evento, sobre todo el vallado de parques, de cuyo disfrute quedan vetados los vecinos y sus hijos durante el fin de semana, puesto que están sellados.
El primer día quedé perplejo por la diversa marea humana que inundó la población, sobre todo, grupos de extrema izquierda y adoradores de la izquierda parlamentaria, entre ellos, numerosos hippies y gente que intenta emularlos, punkies y skins de tendencia comunista. Las camisetas eran poco comunes ya que la gente pululaba por las calles practicamente en bañador, tanto hombres como mujeres, así como niños desnudos en plena urbe, pero entre las pocas camisetas que se veían a la luz del día unicamente había esloganes marxistas, estrellas rojas, y mapas de África.... ver todo aquello me entristeció un tanto, pero decidí intentar buscar algo interesante en ello informándome de talleres y conferencias, pero nada, unicamente pude ver algo medianamente interesante entre instrumentos musicales artesanales de Centroamérica.
Al salir me encontré con una imagen chocante, dos amigos caminado por la calle con un litro de cerverza cada uno en la mano: uno lucía una camiseta con el lema Free Tibet y el de al lado, llevaba una camiseta negra con la ¡estrella roja comunista! De risa, ¿qué tendrán en la cabeza estos chavales?
Al anochecer empezaban las actuaciones musicales a la afueras de la localidad, donde, al no ser ni demasiado grande ni demasiado pequeña, todos los visitantes se desplazaban a pie; las calles estaban atestadas de gente que consumía alcohol y porros continuamente: caminando, sentados, en sus coches..... Empezaba a haber más basura y vidrios de la cuenta en las aceras, aunque los trabajadores municipales se esmeraban inutilmente en que todo estuviera medio limpio. Curiosamente algunos vecinos me comentaban que el alcalde había blindado su barrio residencial para evitar la indeseable visita que el resto del pueblo sufría.
Al día siguiente me levanté y paseé; el olor a orina era insoportable en algunas calles donde alguna gente se había permitido el lujo de dejar su mierda junto a la de su perro. Nuevos visitantes llegaban y aparcar el vehículo era misión imposible en toda la localidad; había multitud de coches aparcados sobre aceras y en vados, algunos vecinos comentaban en voz baja su descontento por qué habitualmente la policia local es bastante estricta con las multas por mal aparcamiento. De hecho, en todo el fin de semana no ví ni un sólo policia, sólo una vez a la Guardia Civil con un grupo de descamisados que intenta irse sin pagar de un pequeño comercio. A mediodía el extraño ambiente caótico de la localidad y el calor, hicieron que regresara a mi alojamiento donde estuve hasta el anochecer. Una vez la noche refrescó el ambiente salí de nuevo en busca de 'aventuras', los jóvenes estaban comiendo y bebiendo sobre las aceras o tirados directamente sobre el asfalto, molestando el ir y venir de personas y vehículos. Patrocinado, entre otros, por varios ministerios del Estado, entre ellos el de Cultura (¿¿??), se pretendía promover lo multicultural y multiétnico, aunque sólo pude ver un pequeño grupo de africanos en los tres días del evento, éstos tenían un semblante agradable, con un aspecto físico atlético y no los ví fumar ni beber alcohol en ningún momento, en contraposición, los jóvenes nacionales de tendencia izquierdista, todos con sus barriguitas, excepto los hippies reales, esqueléticos y desdentados, todos consumiendo drogas y alcohol sin esconderse y con total impunidad. A escasos metros de la entrada del recinto principal había una explanada donde podría haber unas dos mil personas tiradas en el suelo de botellón, uno debía caminar con mil ojos para no pisar a nadie ni a nada... pero, me paré, observé a una pareja de unos veinticinco años, él sostenía algo plano en su mano y la mujer se agachaba esnifando el polvo blanco que allí había, mientras a menos de un metro un niño de unos ocho años les miraba; tuve que hacer un esfuerzo para no golpearlos. En ese momento acabó mi periplo en aquel festival de verano y mi visita a aquella localidad, de donde huí al día siguiente defraudado por una juventud española totalmente desbocada y sin freno, sin aspiraciones, sin futuro, sin... vergüenza. No creo que los conciudadanos de aquella localidad quieran vivir otro fin de semana viendo tal gentuza.
Por supuesto, no creo que todos los festivales de verano en España tengan este nivel de "cultura" y supongo que se harán cosas decentes, pero esta experiencia me quita las ganas de volver a ninguno de ellos por mucho tiempo. Amén.
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