El mundo moderno nos habla de las 'fake news' o noticias falsas o del término postverdad como si de una cosa actual se tratara pero lo cierto es que a lo largo de la Historia se han dado multitud de casos o ejemplos de ello. Aquí hablaremos de como el miedo y los rumores en Roma hicieron desaparecer Cartago.
La batalla de Zama, 202 a. de C, supuso el fin de la aventura de Anibal contra Roma. El cartaguinés confió el ataque principal a sus ochenta elefantes, pero Publio Cornelio Escipión, militar inteligente, había previsto esta maniobra. El ejército romano abrió pasillos para amortiguar el empuje animal, matando a sus jinetes, y ahuyentando a las bestias haciendo ruidos con sus armas.
La batalla de Zama, 202 a. de C, supuso el fin de la aventura de Anibal contra Roma. El cartaguinés confió el ataque principal a sus ochenta elefantes, pero Publio Cornelio Escipión, militar inteligente, había previsto esta maniobra. El ejército romano abrió pasillos para amortiguar el empuje animal, matando a sus jinetes, y ahuyentando a las bestias haciendo ruidos con sus armas.
La Batalla de Zama, por Cornelis Cort |
Ambos generales firmaron una paz muy ventajosa para Roma; en lo militar quinientas galeras cartaguinesas fueron destruidas, debían desprenderse de todos sus elefantes de guerra, devolver esclavos fugitivos y liberar los cuatro mil prisioneros de guerra. Políticamente Cartago debía abandonar sus posesiones en Hispania y en Liguria así como se les prohibía hacer la guerra sin el permiso del senado romano. Economicamente Cartago entregaba de facto 1.000 talentos de plata (unas 35 toneladas) y otros 12.500 en cantidades anuales durante cincuenta años, con lo cual Cartago se hacía deudora de Roma. Además debía entregar 150 rehenes, suministrar cereal al ejército romano así como devolver los territorios arrebatados a Masinissa, rey libio, aliado de los romanos.
A pesar de que Roma salía muy beneficiada en las negociaciones de paz, firmada en el 201 a. de C, ambos generales se trataron con respeto y Escipión reprimió el ardor vengativo de los romanos. Muchos senadores y parte del pueblo no perdonaron a Escipión el haber dejado con vida a Anibal, que pocos años atrás había hecho temblar hasta los cimientos de la civilización mediterránea.
Anibal fue hábil político y tras la paz comenzó una reforma política y financiera de Cartago, organizando un tributo ordenado, un tributo de guerra, sin intereses ni impuestos adicionales, así como exigió a las oligarquias cartaguinesas el ingreso en las arcas del tesoro de los atrasos y cantidades extraídas anteriormente, combatiendo la corrupción de las élites locales. Teniendo en cuenta que Cartago ya no tenía que mantener un ejército permanente ni sufragar costosas campañas y que el comercio de la ciudad africana no menguó con la derrota; en cuestión de poco más de diez años Cartago, en 191 a. de C, se vió en la posibilidad de cancelar la deuda de guerra con Roma que debía pagar en cincuenta años.... a lo que Roma se negó, puesto que quería una Cartago tributaría antes que capitalizar toda su deuda. En este contexto la ira de la oligarquía cartaguinesa contra Anibal iba en aumento.
Debido al ansia vengativa de Masinissa las fronteras entre cartaguineses y númidas siempre quedaron difusas y cuestionadas, y con pequeñas excusas las fronteras cartaguinesas eran hostigadas hasta el punto que en dos años les habían sido arrebatadas 70 poblaciones. Cartago imposibilitada para hacer la guerra por el tratado de paz con Roma, mandaba continuamente emisarios a Roma con quejas, a lo que el senado romano respondía con el envio de una embajada de senadores. En una de éstas Anibal debió de huir antes de ser apresado, suicidándose en el exilio en Bitinia en el 183 a. de C.
Catón el viejo |
Así pues, sin Anibal, ni el partido nacional ni el partido libio pudieron hacer un gobierno, con lo cual el destino de Cartago quedó en mano de las oligarquías, que eran claramente filorromanas. Pero esto no hizo que los problemas de Cartago con Masinissa bajaran de intesidad.
Los rumores que ciertos sectores romanos y de los númidas extendían contra Cartago empezaron a calar en el ánimo de la capital del imperio. Una audiencia secreta de una embajada de Perseo en Cartago; que el rey de Macedonia mandaría una escuadra de apoyo a Cartago; a pesar de que Cartago suministraba ingentes cantidades de trigo a Roma en su campaña contra griegos y macedonios.... en esta serie de bulos aparece Catón, anciano senador romano, que viaja a Cartago en una embajada en el 153 a. de C. Éste quedó impresionado por la suntuosidad y la ostentación de la ciudad comercial cartaguinesa que le habían otorgado años de paz y de comercio continuo con Oriente y diversos puntos del Mediterráneo.
A su regreso, en su primera intervención en el Senado romano, en medio de la asamblea dejó caer unos enormes higos maduros que llevaba escondidos bajo la toga; los senadores se acercaron y admiraron el tamaño y la hermosura del fruto. Catón comenzó su alegato diciendo que esos higos venían de Cartago, a tres días de navegación de Roma -lo cual era falso, ya que se tardaba como mínimo una semana- y que era una tierra floreciente y fuerte de nuevo, y finalizó su charla con la máxima 'Delenda est Carthago', es decir, Cartago debe ser destruida. Esto volvió a despertar sobremanera los miedos de los romanos, que ya habían mantenido dos guerras contra los cartaguineses.
A partir de esa intervención y siempre que tomaba la palabra, Catón, finalizaba su oratoria, tratase sobre el tema que tratase, con la misma sentencia: Cartago debe ser destruida. Y finalmente, en el 146 a. C, Catón logró su objetivo y Escipión Emiliano arrasó la bella y floreciente capital púnica.
Cartago, gobernada por las oligarquias locales, sólo quería mantener el estatus de amistad con Roma a pesar de las severas restricciones del acuerdo de paz por qué en esa armonía la ciudad comercial podía prosperar. Pero los bulos y mentiras lanzados, en primera instancia por las oligarquías cartaguinesas contra el propio Anibal, por númidas y romanos temerosos del posible retorno del poderio militar púnico contra Cartago, fue doblegando la opinión pública y senatorial romana hasta el punto que fue inevitable llegar a la sentencia del anciano Catón.
Los rumores que ciertos sectores romanos y de los númidas extendían contra Cartago empezaron a calar en el ánimo de la capital del imperio. Una audiencia secreta de una embajada de Perseo en Cartago; que el rey de Macedonia mandaría una escuadra de apoyo a Cartago; a pesar de que Cartago suministraba ingentes cantidades de trigo a Roma en su campaña contra griegos y macedonios.... en esta serie de bulos aparece Catón, anciano senador romano, que viaja a Cartago en una embajada en el 153 a. de C. Éste quedó impresionado por la suntuosidad y la ostentación de la ciudad comercial cartaguinesa que le habían otorgado años de paz y de comercio continuo con Oriente y diversos puntos del Mediterráneo.
A su regreso, en su primera intervención en el Senado romano, en medio de la asamblea dejó caer unos enormes higos maduros que llevaba escondidos bajo la toga; los senadores se acercaron y admiraron el tamaño y la hermosura del fruto. Catón comenzó su alegato diciendo que esos higos venían de Cartago, a tres días de navegación de Roma -lo cual era falso, ya que se tardaba como mínimo una semana- y que era una tierra floreciente y fuerte de nuevo, y finalizó su charla con la máxima 'Delenda est Carthago', es decir, Cartago debe ser destruida. Esto volvió a despertar sobremanera los miedos de los romanos, que ya habían mantenido dos guerras contra los cartaguineses.
A partir de esa intervención y siempre que tomaba la palabra, Catón, finalizaba su oratoria, tratase sobre el tema que tratase, con la misma sentencia: Cartago debe ser destruida. Y finalmente, en el 146 a. C, Catón logró su objetivo y Escipión Emiliano arrasó la bella y floreciente capital púnica.
Cartago, gobernada por las oligarquias locales, sólo quería mantener el estatus de amistad con Roma a pesar de las severas restricciones del acuerdo de paz por qué en esa armonía la ciudad comercial podía prosperar. Pero los bulos y mentiras lanzados, en primera instancia por las oligarquías cartaguinesas contra el propio Anibal, por númidas y romanos temerosos del posible retorno del poderio militar púnico contra Cartago, fue doblegando la opinión pública y senatorial romana hasta el punto que fue inevitable llegar a la sentencia del anciano Catón.
Bibliografía: Vida de Catón el viejo, Plutarco, e Historia de Roma, Theodor Mommsen.
Texto original de El Aguijón nº3
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