En sus variadas tesis sobre los orígenes de los eslavos, los godos en la
Europa oriental en la época de la invasión de los hunos y las
relaciones entre los eslavos y los godos en los siglos III-V, Michel
Kazanski nos muestra las aportaciones de la arqueología al conocimiento
del mundo eslavo y de sus orígenes. Para ello, Kazanski estudia la fase
final de la cultura de Cherniajov, «que es el resultado de una síntesis
de elementos culturales germánicos y no germánicos: iranios
(escito-sármatas) y tracios (geto-dacios)» Esta cultura arqueológica se
constituyó al norte del mar Negro y el sur del Danubio inferior, a donde
los godos descendieron a partir del bajo Vístula en la primera mitad
del siglo III. En su trayecto, probablemente rompieron el conjunto
baltoeslavo que se encontraba en el región báltica entre la Polonia y la
Bielorrusia actuales y que se corresponde con los “vénedos” mencionados
por Tácito. La prueba de esta ruptura parece confirmarse por «la
desaparición de sitios e incluso de grupos arqueológicos enteros». El
autor muestra, a continuación, utilizando tanto las fuentes escritas
como las arqueológicas, cuál fue la naturaleza de los contactos entre la
poderosa federación goda y los antas-eslavos en el siglo IV y
principios del siglo V: los primeros probablemente jugaron un rol
acelerador en el desarrollo económico, social y militar de los segundos,
cuya civilización y grado de organización eran mucho más simples. La
interacción entre germanos y eslavos, con sus muchos aspectos negativos,
pero también positivos, continuará durante siglos, de tal forma que, en
muchas regiones de Europa central y oriental, es imposible discernir si
sus poblaciones son de origen germánico o eslavo, salvo si nos
limitamos a un riguroso criterio lingüístico que no siempre es
determinante del elemento étnico (…)
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