Se ha cumplido un año del salvaje asesinato de Gadafi, en el que se hace poco los medios de información han involucrado al servicio secreto francés. Sea o no verdad, lo cierto es que hoy Libia no es un país mejor que hace un año o dos. Un gobierno democratico (eso sí) títere, inflado con el dinero de las potencias occidentales, no es lo suficientemente fuerte para mantener el orden en un país donde un buen número de milicias armadas campan a sus anchas, aún después de haber cometido asesinatos y atropellos de toda clase contra aquellos ciudadanos señalados con el dedo por ser seguidores del malvado dictador. Una vez más la democracia se impone a sangre y fuego, esta vez en una de las potencias petrolíferas.
Ahora, un año después de la muerte de su padre, Saif el Islam Gadafi se enfrenta a un juicio con la incógnita de saber si será en el Tribunal Internacional o en Libia; a sabiendas de que si es en su país natal, puede darse por muerto. Así es el juego señores...
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